jueves, 17 de marzo de 2016

La vi

La vi. Cruzamos la calle juntos. Solamente que ella venía para acá y yo iba para el otro lado. Me miró. Puso cara de puta cachonda o de mujer que sabe que mi pene es chico, ahora no me doy cuenta de la diferencia. Yo puse la misma cara y la miré. Ambos sonreíamos. Teníamos auriculares puestos. Exactamente en el centro de la calle nos cruzamos. Mirándonos. Sin hablar. Mostrándonos los dientes en una sonrisa. Entonces subí el cordón de la vereda. Miré las baldosas. Apuré el paso.

Y huí.

Huí para siempre. Huí con un terror desesperado. Huí con la boca abierta. Huí con las venas de todo el cuerpo golpeándome en el centro del pecho hasta morir. Huí a una velocidad que solamente recuerdo en mis ratos de niño animal. Huí abrazado por el horror de haberla visto y de que me viese. Huí por la posibilidad de que me hubiese querido decir algo bueno, malo, nostálgico, sucio, culposo, estrafalario, falso, cariñoso, indiferente. Huí sin mirar atrás por si ella había decidido darse la vuelta y buscarme. Huí porque le temo más que a nada en el mundo. Huí porque me cagué. Huí porque no tengo herramientas afectivas o racionales o mágicas para hacer frente a absolutamente nada que tenga que ver con ella. Huí porque necesitaba huir. Huí porque no hubiera podido hablar con ella y decirle todo esto. Huí porque no vale ninguna pena decirle absolutamente nada de esto. Huí porque no necesito que ella sepa nada de esto. Huí porque pude.

Y huí
porque es mi derecho.

Silenci

Esto es un recordatori. Habla, retiene y recuerda la piedra blanca, el cero y silenci. Es extremadamente fundamental en cualquier momen...