Al fin llega el ascensor. Se abren las puertas y subo y ahí está Agustina charlando con Iohan. Les sonrío cuando me miran y siguen en su charla. Apreto el botón numerado con 12 y cruzo las manos delante de la bragueta.
- No es parar antes. "Parar antes" no existe. Ya lo hablamos esto. Cuando uno va hacia una meta y llega, no para, no se detiene. Lo que hace simplemente es llegar, es alcanzar el objetivo. Ahí la idea de parar no sirve para nada. Parar es cuando se interrumpe el camino. Cuando uno decide hacer un alto. Eso es parar, es detenerse, es reconocer la necesidad de algo que está antes de llegar. Decir "parar antes" es una redundancia al pedo. ¡No existe parar antes! ¡Siempre que parás es antes! ¡Cuando llegás, llegás!
Iohan no dice nada. No responde. Deja de mirarla y levanta la mano con la lata de cerveza hasta que se topa con su boca. Yo puedo escuchar el ruido del mar desde acá, desde atrás del sonido del ascensor. Agustina se baja en el piso 9. Iohan en el piso 10. En un par de zumbidos más, el ascensor llega al piso 12. Se queda quieto y se abren las puertas. Yo también me quedo quieto. Miro el número 12 en el tablero electrónico y pienso en las palabras de Agustina: ¿llegué o paré? ¿Cómo puedo darme cuenta si llegué o si paré? Miro las puertas abiertas del ascensor. Miro el botón de Planta Baja. Me toco la boca.
domingo, 28 de febrero de 2016
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