-No me doy cuenta.
-Ah. ¿Y por qué estás aquí ahora?
-No sé. Hay probabilidades de que nunca me haya ido, en realidad.
-¿Probabilidades de que siempre estés?
-Sí.
-Ah, bueno.
Silencio. Ella seca un jarrón con un trapo.
Lo ubica sobre el mueble del comedor. Seco.
-¿Pero por qué nunca se te nota? -Lo mira a los ojos.