miércoles, 24 de febrero de 2016

Arranco

No me acuerdo, pero probablemente un cálculo. Una luz larga y bien finita que iría atravesando cada arteria y vena hasta que el cuerpo entero se me convierta en una explicación constante de qué es lo que necesito. Pero cuando me tiemblan los talones, yo arranco para la heladera.
Abro la puerta.
Saco el agua.
Le pego un par de besos.
Guardo el agua.
Cierro la puerta.
Cuando retorno al escritorio, está el disco girando a toda velocidad. Tal cual lo dejé. Gira de todos colores. Gira de verde, de azul y blanco, gira de rojo, de leche y piel, y gira de pálido. El disco gira desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche. A veces me despierto en la madrugada y lo siento girar. Siempre a toda velocidad. El día, la noche, la madrugada, la actividad o inactividad de los vecinos, la pasividad de los hombres de ley o el trabajo de las mujeres de carne no son nada para el disco. Gira a todo lo que da, siempre. Al disco no le importa si mañana hay feria o si me manda mail una ex. No le importa si lloverá toda la semana de turismo o si hubo diferencias relevantes entre mi paja de ayer o la del miércoles de reyes. El disco no se inmuta si todavía me quedan dos mil pesos del medio aguinaldo de diciembre o si me lastimé el meñique de la mano derecha mordiéndome desesperado las uñas. El disco gira. Siempre a toda velocidad.
Yo
lo
oigo
girar.
Oigo su independencia, oigo su constancia, oigo su indiferencia infernal. Mientras tanto, muevo las manos medio en un aleteo bajito y siento cómo la luz me va llenando por dentro. Cada arteria, cada vena. Siento subir los colores, caminando por dentro, caminando por fuera. Calentándome la cara, los cachetes. Entibiándome los ojos como mis dolores de cabeza de niño. Ahí junto las rodillas, ahí me pongo inquieto en la silla y leo cada palabra veinte veces. Treinta veces. Ahí, justo ahí, siento un poder desmesurado y colosal, siento un desgarro insoportable, una sequía grosera que me atraviesa el bloque del pecho y me contractura desde la raíz de los huevos hasta la mollera. Y el disco sigue girando. Siempre a toda velocidad.

Yo arranco para la heladera.

Silenci

Esto es un recordatori. Habla, retiene y recuerda la piedra blanca, el cero y silenci. Es extremadamente fundamental en cualquier momen...